(Post-sin-sentido de viernes ahumado)
Me está durando mucho el ataque de nerdismo, me cuesta reconocerme en él. Me acuesto muy tarde y me despierto (también tarde) con el celular apretado en la mano, sin tener idea de cuándo fue que apagué la alarma. Ni terminé de leer las cosas para hoy y me deprime, cuando antes me importaban muy poco las materias teóricas, en fin.
Ayer cuando salí del trabajo, aprovechando que no cursaba dije: "Me tomo unos minutos para ir a depilarme (para-qué?) y cortarme el pelo". Minutos en mis sueños, la mina tardó un siglo en sacar cada pelo (encima les juro que no tengo nada casi) mientras me contaba que cortó su relación de cuatro años, que se hacía reflejos desde los 15 y que me convendría hacerme el depilado brasileño (para-qué? part 2). A mi peluquero se le fue la mano con la tijera en mi flequillo y ahora parezco Chaplin. Todo mal. Es extraña esa sensación que tenemos las mujeres cuando abandonamos la peluquería totalmente disconformes. Lo triste y estúpida que te sentís a la vez.
Esta mañana cuando fui a despertar a mi hermano me dijo que no iba a ir a la facu. Lo miré acurrucarse y volverse a dormir con una envidia sana importante.
El humo detuvo el tránsito más que nunca, así que llegué tarde también. Mientras esperaba mi café de máquina, me llamó uno de los gerentes a su oficina, y me preguntó si estaba conforme con el trabajo. Me sentí bien por primera vez en tanto tiempo acá, alguien por fin me notaba. Hablamos un poco y me siento un poco más optimista. Quizás lo único que necesito es paciencia. Vivo apurada, con miedo a no llegar a hacer todo lo que quiero, con una planificación ridícula para cada área de mi vida.
Tengo que dejar de pensar cada problema y cada situación en planillas de Excel.